Izaskun Valmaseda
“Memento Amare” reinventa la vanitas clásica desde una perspectiva de género y emocional. La imagen escenifica un encuentro entre la vida y la muerte, no como oposición, sino como abrazo. La figura, radiante en su quietud, yace bajo un esqueleto que la abraza con una ternura cautivadora. Belleza y decadencia se fusionan, invitando a la reflexión sobre la proximidad del amor a la pérdida.

En esta escena teatral y gótica, lo sensual y lo mórbido se difuminan, haciendo eco de la fragilidad del deseo y la inevitabilidad del desvanecimiento.

Inspirado en imágenes anónimas que circulan en la cultura visual romántica oscura, este autorretrato reivindica el motivo a través de la autoría femenina, transformando la objetivación en presencia y la memoria en elección.

La obra cuestiona cómo somos vistos, recordados o consumidos: cómo la pasión puede santificar o devorar. “Memento Amare”, susurra, “porque todo se desvanece, y aun así, buscamos la memoria, el deseo, el significado”.







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