En esta escena teatral y gótica, lo sensual y lo mórbido se difuminan, haciendo eco de la fragilidad del deseo y la inevitabilidad del desvanecimiento.
Inspirado en imágenes anónimas que circulan en la cultura visual romántica oscura, este autorretrato reivindica el motivo a través de la autoría femenina, transformando la objetivación en presencia y la memoria en elección.
La obra cuestiona cómo somos vistos, recordados o consumidos: cómo la pasión puede santificar o devorar. “Memento Amare”, susurra, “porque todo se desvanece, y aun así, buscamos la memoria, el deseo, el significado”.